Creando culturas de pensamiento

“Un pájaro posado en un árbol, nunca tiene miedo de que la rama se rompa, porque su confianza no está en la rama, sino en sus propias alas” 

Nuestro objetivo como docentes lo tenemos claro: crear personas con espíritu crítico, activas socialmente y con mentalidad de crecimiento; personas capaces de tomar decisiones de manera meditada, resolver problemas con eficacia y disfrutar del aprendizaje. Para ello, la forma en la que se ha estructurado el aprendizaje hasta ahora - sentarse, escuchar y adquirir conocimientos - no es válida. Si de verdad queremos que el genio salga de la botella, hemos de crear culturas de pensamiento dentro del aula, es decir, entornos de aprendizaje donde el pensamiento es valorado, visible y promovido de manera activa. Las culturas de pensamiento permiten a los docentes ayudar a sus estudiantes a que pasen de simplemente conocer las respuestas correctas a pensar, observar de cerca, comprender y cuestionar lo que se les está planteando. Ron Ritchart asegura que en estas culturas el pensamiento de los/las estudiantes se hace visible. ¿Y sabéis lo mejor? ¡Que no es tan difícil como parece y que se puede aplicar en cualquier etapa educativa!

El profesor David Perkins afirma que “el hecho de poseer una habilidad, no garantiza que uno vaya a utilizarla”, sino que es necesario cultivarla y desarrollarla. No son las alas en sí las que determinarán un buen vuelo, sino la confianza que el pájaro tenga en sí mismo para volar y el uso que haga de ellas. Según Perkins, si queremos impregnar nuestras aulas de pensamiento visible y eficaz, es necesario tener en cuenta seis dimensiones siguientes:

1. El lenguaje del pensamiento

Consiste en utilizar verbos que ayudan a describir la vida de la mente para comunicarnos con mayor precisión e inteligencia. Además, el lenguaje del pensamiento comunica y refuerza las normas del pensamiento. Se trata de verbos como afirmar, describir, defender, crear, contrastar...

Llevando esto al aula, podríamos dedicar un espacio que sea visible para el alumnado en el que poner una lista con verbos que se utilizan para describir el pensamiento, de manera que les sirva de apoyo a la hora de expresarse en clase. También puede estar bien tener un lugar donde exponer la palabra del día/semana que hemos aprendido o, al debatir, hacerles cambiar de perspectiva con el fin de argumentar desde otro punto de vista. En todo caso, es importante hacerles preguntas que vayan más allá de una simple opinión ("¿Por qué crees que...?*") y que les guiemos hacia un pensamiento más profundo ("Vamos a describir, argumentar, ilustrar o comprobar...").

2. Predisposición del pensamiento

La predisposición a pensar de una cierta manera es innata e inconsciente. Por ello, es importante aprovechar nuestra predisposición "curiosa", "cuestionadora". Esto es lo que caracteriza a los buenos pensadores de verdad, pues aprovechan su tendencia constante a explorar, inquirir y profundizar en nuevas áreas, pero sobre todo a pensar y a ser organizados/as. Si construimos nuestro pensamiento de forma adaptativa, utilizando un lenguaje positivo y utilizando palabras que lo estimulen, estaremos fomentando el interés en profundizar en nuevas áreas, lo que nos motivará a mantener una actitud exploradora, activa y no rígida o estanca.

3. Metacognición

Este concepto consiste en pensar sobre el pensamiento, pensar sobre lo que pensamos, lo que ayuda a mejorar el proceso de aprendizaje, favoreciendo una autonomía reflexiva. Para conseguir un pensamiento eficaz es necesario ser conscientes del proceso de pensamiento que estamos llevando a cabo, dirigir el pensamiento y evaluarlo.

En este sentido, la mejor forma de llevar la metacognición al aula es haciendo que los y las estudiantes registren un diario de lo que se ha trabajado durante el día o hacer un parón para reflexionar al terminar una temática, donde tengan que hacerse preguntas como: "¿Qué he aprendido en esta unidad?"; "¿Cómo lo he aprendido?"; "¿Qué utilidad tiene para mí?" o "¿Cómo puedo aplicarlo en mi vida?".  Sistematizar esta dimensión hará que recuerden con mucha más efectividad lo que han aprendido. Además, puede realizarse junto con el resto de compañeros/as fomentando así el aprendizaje cooperativo.

4. Espíritu motivador

En mi entrada "De tal palo, tal astilla" os hablé de la importancia y de la explicación que la neurociencia da al aprendizaje por imitación. Tiene más importancia el ejemplo que las reglas y esto es un hecho que hemos de asumir. Si aprovechamos cualquier situación que se dé en el aula para nosotros/as mismos/as aplicar la cultura del pensamiento, estaremos motivándoles de manera inconsciente y fomentando el entusiasmo por el pensamiento sistemático y planificado, para que construyan y usen estrategias de pensamiento como respuesta a desafíos intelectuales y de aprendizaje de manera mucho más efectiva.

5. Conocimiento de orden superior

Este conocimiento implica analizar, evaluar y crear (los procesos cognitivos de orden inferior son memorizar, comprender y aplicar). Por tanto, además de los conocimientos ya adquiridos, se tiene en cuenta el buscar evidencias, investigar y resolver problemas.

6. La transferencia

Consiste en incorporar el conocimiento que hemos adquirido a nuestra vida cotidiana, a situaciones conocidas o nuevas para nosotros. Por esta razón preguntábamos al alumnado antes "¿cómo puedo aplicarlo en mi vida?" porque un contenido descontextualizado y al que no le vemos utilidad, será catalogado por nuestro cerebro como innecesario para la supervivencia y lo recordaremos con mucha menos precisión. 




Como podemos ver, estas dimensiones nos permiten establecer el marco para que el/la docente y el/la alumno/a estructuren hábitos de pensamiento en su día a día, en su vida. Para facilitar el proceso existen las denominadas rutinas de pensamiento, que no son más que estrategias breves y fáciles de aprender que ayudan a conseguir un pensamiento eficaz. Éstas se pueden realizar individualmente o en grupo, aunque siempre es recomendable comenzar con reflexiones individuales. Algunos ejemplos serían establecer conexiones (pienso, me interesa, investigo. Antes pensaba, ahora pienso. Piensa, conecta, explora); describir lo que está ocurriendo (veo, pienso, me pregunto); razonar con evidencias (problema-solución), etc.

Dedicar tiempo a pensar, usar un lenguaje de pensamiento y documentar los procesos de pensamiento son solo algunas de las formas en que los/las docentes pueden crear culturas de pensamiento en sus clases. Cuando las aulas y las escuelas se centran en su cultura, se transforman en lugares de estimulación intelectual donde el objetivo no es mejorar los resultados en las pruebas, sino crear personas que reflexionan de forma deliberada, que son capaces de pensar, crear y de cuestionar. En definitiva, la cultura de pensamiento es un medio por el cual se proporcionan herramientas para mejorar la reflexión y, por tanto, facilitar la comprensión de los contenidos y aumentar la motivación hacia el aprendizaje.

Fuentes:

Perkins, D. (2008). La escuela inteligente. Del adiestramiento de la memoria a la educación de la mente. Barcelona: Gedisa

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