¿Importan el ejercicio físico y la meditación en la educación?

"La presencia es contagiosa. Es el fundamento de toda comunicación auténtica. Al practicarla, podremos transformar el tejido social difundiéndola en él como un perfume" 
                                                                 Daniel Odier

Todos los que hemos sido estudiantes de 2º de Bachillerato sabemos que se trata de un año de trabajo duro e intenso en el que la constancia y la concentración juegan un papel fundamental. Hemos de aprobar unos exámenes a final de curso que determinarán nuestro acceso a la Universidad y, por tanto, no puede haber cabida a asignaturas como la Educación Física ni grandes espacios para el descanso y el “no hacer nada”. ¿No es así?



Es curioso porque en los últimos años la ciencia nos ha ido demostrando que tanto el ejercicio físico como las actividades de concentración y relajación como el yoga, taichí o mindfulness no solo son buenas para nuestro bienestar, sino que tienen un gran impacto en nuestro cerebro y, por tanto, en los procesos de aprendizaje. Por esta razón, no solo es contraproducente eliminarlas en las escuelas, sino que el tiempo que dedicamos a ellas debería ser mayor.

¿Qué importancia tiene el ejercicio físico para el cerebro?


Cuando nuestros alumnos y alumnas practican algún deporte su cuerpo genera unos neurotransmisores (moléculas que viajan de neurona en neurona transmitiendo información) que proporcionan la sensación de placer y bienestar: las endorfinas. Se ha comprobado que éstas consiguen incluso reducir el dolor físico. Con decir solo esto, ya podemos darnos cuenta de la relación que puede haber entre la actividad física y el aprender a través del placer, ¿no? Otros neurotransmisores como la noradrenalina y  la dopamina también son producidos cuando practicamos deporte y éstos, en concreto, desarrollan un papel muy importante en la atención.

Esto no termina aquí, el deporte contribuye además a destruir el cortisol, que es la hormona más asociada al estrés y que cuando se sitúa a altos niveles destruye las neuronas de nuestro hipocampo (principal procesador de la memoria en nuestro cerebro). Tras conocer esta información, estoy seguro de que muchos estaréis pensando que aquellos estudiantes en 2º de Bachillerato que no practican deporte fuera de la escuela son algo similar a una bomba de relojería, ¿verdad? Realmente depende de cómo gestione el estrés cada uno, pero los beneficios del ejercicio físico para el cerebro y el aprendizaje son innegables.

Y es que cuando practicamos deporte, se activa la expresión de algunos genes en nuestro cerebro, entre los cuales destaca uno muy especial: el BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro), cuya función principal es ni más ni menos activar la plasticidad neuronal. Sí, ¡hacer deporte activa la capacidad de las neuronas para establecer nuevas conexiones! Es precisamente en estas nuevas conexiones donde se asientan todos los aprendizajes que vamos adquiriendo. A nivel cerebral podríamos decir que aprender es generar nuevas conexiones entre neuronas. Por tanto, al contrario de lo que se suele creer, el deporte no es solo no-eliminable, sino que es crucial si queremos promover la educación integral de nuestro alumnado.
¿Y las actividades de meditación como el  midfulness, el yoga o el taichí? ¿Son una simple moda?



Como practicante que soy desde hace unos años, son muchas las falsas creencias que he escuchado acerca del yoga y de la meditación. Esto puede deberse al miedo que suele generar la palabra “espiritualidad” y todas las connotaciones que se le han ido añadiendo. Pues bien, para la “tranquilidad” de todos aquellos y aquellas que todavía muestran escepticismo ante la práctica de este tipo de actividades, ciencia y espiritualidad ya no se sitúan en polos opuestos como sucedía hace unos años. Actualmente la ciencia ha comprobado los beneficios que la meditación aporta a nuestro cerebro y a capacidades mentales como la atención, la concentración o la regulación emocional y ha observado los cambios físicos estructurales que se producen en él como consecuencia de la práctica asidua. Por tanto, al igual que sucede con el ejercicio físico, su relación con la educación y el aprendizaje son también innegables.

Antes de profundizar un poco más en el tema, me gustaría desmontar algunas falsas creencias que existen acerca de la meditación y el midfulness. Bien, por un lado, se suele asociar el acto meditativo a un proceso religioso o espiritual, cuando, ante todo, lo que se busca es desarrollar y ejercitar una herramienta de regulación atencional y emocional, más allá de toda forma de creencia. También suele pensarse que la meditación consiste en una reflexión profunda sobre temas metafísicos como la vida, la muerte o el cosmos, cuando en realidad, en la meditación de consciencia plena la atención se fija en la experiencia no verbal, corporal o sensorial. Por último, también se cree que la meditación trata de hacer un vacío mental. Es curioso porque en verdad, los instantes sin mentalización son bastante raros, pues lo principal no es acallar los pensamientos, sino no dejarse arrastrar por ellos. Lo que prima en la meditación es el observar y no el juzgar o intentar reprimir. No se trata, pues, de una ausencia de pensamientos, sino de implicación en dichos pensamientos.

Solo con esta información, podemos hacernos una idea de los efectos interesantes que esta práctica puede tener para nuestro cerebro. Aquí van algunos aspectos destacables de los resultados de estudios que han hecho neurocientíficos europeos y norteamericanos en los últimos años sobre la meditación:

1. Consigue que las tareas cognitivas requieran menos recursos mentales

En nuestro cerebro existe una red conocida como “Red Neuronal por Defecto” que está muy activa cuando el cerebro está en reposo mental, es decir, cuando soñamos despiertos o divagamos. Aunque podría pensarse que esto es relajante, hay evidencias que demuestran que cuanto más deambula el cerebro, menos feliz es la persona. Pues bien, un reciente estudio realizado por la Universidad de Yale ha concluido que la meditación es beneficiosa porque altera esta zona y mejora el estado general.

2. Favorece el control de la atención y la autoconciencia.

El silencio tiene más importancia de la que creemos, pues es necesario para que nuestra atención consciente se centre en aquello que estamos haciendo. Éste forma parte de nuestro estado de autoconciencia, de contemplación, de meditación, no solo de una práctica de observación de algo ajeno a mí como puede ser el estar concentrado estudiando o viendo una película (en estos casos necesito concentración, pero hacia algo fuera y no dentro de mí mismo), sino también para la exploración del mundo interior.

3. Potencia la maduración y gestión emocional

Esto se debe a que al meditar disminuye la actividad de las amígdalas cerebrales, unas estructuras en forma de pequeñas almendras, que están especializadas en el sistema de alerta, emociones como el miedo y que se hallan anormalmente activas en estados de ansiedad y depresión. La meditación de atención plena parece, pues, apaciguar los pensamientos reiterativos que generan estrés, además de aportar serenidad y tranquilidad de ánimo.

4. Una mejor tolerancia al dolor y menor impacto de las emociones negativas

Que las emociones tienen un impacto físico en nuestro cuerpo es algo que venimos sabiendo desde hace años. Mente y cuerpo están unidos y se ha demostrado que aquellas personas que meditan aceptan, más o menos de manera consciente, el sentimiento físico de emociones como la tristeza, sin apresurarse por “resolverlo” mentalmente (respuesta que a veces conduce a valoraciones sobre el asunto que no nos llevan a ninguna parte). Esto no quiere decir que se desprendan de ella, sino que la aceptan en lugar de ignorarla o combatirla. Es como si la “digeriesen” a nivel corporal en lugar de luchar con razonamientos y palabras.

5. Aumenta la empatía

Cuando meditamos, se produce una gran actividad en las partes del cerebro donde se encuentra nuestra capacidad empática y compasiva. Sí, la meditación ayuda a potenciar las emociones positivas, como la compasión, el altruismo y la benevolencia. Este hecho se ha comprobado analizando la actividad cerebral de monjes budistas mientras meditaban y me resulta especialmente interesante porque, a mi parecer, sienta los cimientos de un marco ético que está desvinculado de cualquier filosofía o religión y, por tanto, puede tener un efecto profundamente beneficioso en todos los aspectos de la sociedad si lo aplicamos a nivel educativo. ¿No os parece?


6. Incrementa la plasticidad y el volumen de ciertas áreas del cerebro

Hay estudios que han confirmado el incremento del volumen (debido al aumento en la densidad de neuronas) del hipocampo (memoria y aprendizaje) y de la corteza prefrontal (toma de decisiones).  Además, incrementa la flexibilidad cognitiva, que es la capcidad de dar respuestas diferentes a un mismo problema.

No sé si, como os decía antes, se trata de una nueva moda en Occidente. Es posible, pero de serlo… ¡ojalá se pongan de moda más actividades como estas! Estoy convencido de que en el momento en el que vivimos necesitamos más tiempo para la introsprección, la tranquilidad, la lentitud… Pues son oportunidades de las que nuestras condiciones de vida tienden a privarnos al mismo tiempo que que somos acosados con llamadas, interrupciones y ruidos de todo tipo. Si a esto le sumamos la presión que el mismo sistema educativo y la sociedad ejerce sobre nuestros estudiantes (expectativas, (auto-) exigencias…), quizá no nos viene mal que las prácticas meditativas nos ayuden a experimentar una presencia en el mundo fundamentada en el repliegue y el sentimiento no verbal, una forma de consciencia atenta y tranquila. 

Podría seguir escribiendo largo y tendido sobre este tema, pues como podéis ver me apasiona, pero creo que con lo expuesto ya hay suficientes argumentos para hacernos una idea de la importancia que el ejercicio físico y la meditación pueden llegar a tener en los procesos educativos, incluyendo la memoria y el aprendizaje. En este sentido, el yoga es una actividad ideal pues combina ambos. Por todo ello, creo que tanto educandos como educadores deberíamos de de decicar un tiempo cada día, que no tiene por qué ser demasiado largo, a realizar este tipo de actividades.






Comentarios

Entradas populares