Pensando en los demás

Hoy quiero compartir con vosotros un documental precioso que me enseñó una gran amiga mía y futura educadora: Pensando en los demás.


En tan solo 50 minutos, el documental muestra como el profesor de Primaria, Toshiro Kanamori, tutor de 4ºA por segundo año consecutivo se preocupa por crear en el aula un ambiente de confianza en el que las emociones son las protagonistas. El señor Kanamori comienza el curso haciendo una pregunta a sus alumnos de Primaria:

- «¿Qué es lo más importante para este año?» «¿Para qué estamos aquí?»

- «¡Para ser felices!»

- «Solo tenemos una vida y tenemos que vivirla con alegría. Eso se consigue aprendiendo a pensar en los demás».

El profesor se toma esto al pie de la letra, quiere que sus alumnos generen sólidos vínculos de unión entre ellos y convierte el aula en un lugar donde los niños y las niñas no se sienten cohibidos a la hora de expresar sus sentimientos y compartir sus emociones con el resto de sus compañeros. Para ello, se llevan a cabo determinadas rutinas. Por ejemplo, todos los días se leen cartas escritas por los niños y niñas en las que narran cómo se sienten o cuál es su opinión acerca de algo que ha sucedido en sus vidas. Una vez leídas, se procede a un debate entre el resto de compañeros, lo que permite que todos se conozcan mejor. Una muestra clara de ello es cuando en el vídeo se lee una carta en la que se cuenta la pérdida de un ser querido. Esto llega a los corazones de todos los alumnos y genera un ambiente de solidaridad extremo en el que se anima y ayuda a otros alumnos que han tenido el mismo problema a que lo compartan sin miedo y cuenten cómo se sienten al respecto. De esta manera, los niños y niñas expresan sus emociones, las cuales acompañan de llantos, risas, enfados, etc.

¿No os parece esto muy interesante a la par que importante? Parece que muchos docentes ven a sus alumnos como máquinas de aprender en lugar de personas con sentimientos, los cuales, debido a su inmadurez y falta de experiencia en la vida, confunden en numeras ocasiones. La educación actual debería dar un giro e incluir la competencia emocional en el currículum. Creo que ese es el único camino que debe seguir la educación hoy en día.

Pero, ¿qué es la competencia emocional? Esta competencia se refiere la capacidad que tiene una persona para expresar  sus propias emociones con total libertad y se deriva de la inteligencia emocional, que es la capacidad para identificar las emociones; la competencia se aprende y  determina la habilidad que tiene una persona para interactuar de forma constructiva  con otras personas.  Esta competencia emocional personal se basa en la conciencia de uno mismo, la cual resume el reconocimiento de las emociones individuales y cómo las emociones afectan a otras personas, y también se basa en  la capacidad de mantener un control emocional y cómo manejar la adaptación; hay que tener en cuenta que para ello hay que ser capaz de entender las emociones personales antes de valorar las emociones de otras personas. En algunas Comunidades Autónomas como Castilla La Mancha ya la incluyen como una competencia básica más del currículum.

Los niños son expertos en esconder sus sentimientos y esto, a largo plazo, puede acarrear consecuencias graves en su desarrollo como personas. Es por ello que es importante que los profesores y maestros les invitemos a compartirlos, asegurándoles que sus palabras van a ser tratadas con respeto y amabilidad. A pesar de que a veces no estemos del todo de acuerdo con lo que está sintiendo un alumno concreto (ira, envidia, agresividad, etc.), debemos aceptarlo, ya que es la realidad y lo que debemos valorar es el hecho de que haya sido capaz de expresarlo. En eso consiste la competencia emocional.

La realidad en la mayoría de las aulas de nuestro país dista mucho de esto. Por miedo a perder el control, muchos profesores quieren que sus alumnos estén callados, sentados, sin moverse, mirando al encerado y escuchando sus explicaciones llenas de contenidos puramente académicos. Las preguntas que normalmente se les hacen son cerradas, de sí o no, en lugar de preguntas abiertas, de las cuales no cabe esperar una respuesta clara y concisa, sino que invitan a la reflexión. En lugar de crear pensadores críticos, lo que se están creando son máquinas de repetición, producto del momento en el que se crea la escuela (revolución industrial). Esto tiene mucho que ver con un concepto denominado La tercera revolución educativa a la que algún día dedicaré una entrada.

Volviendo al documental, bajo mi punto de vista, el regalo más grande que el señor Kanamori hace a sus alumnos es invitarles a experimentar la alegría de vivir. ¿Y cómo se enseña eso? ¿Cómo podemos transmitirlo? Una vez más, hay que predicar con el ejemplo y tener vocación. He ahí otro de los grandes problemas de nuestro sistema educativo actual. Hay mucha gente en el mundo de la docencia que no se siente así, ya sea por falta de vocación o por tener sus emociones atrapadas, lo que hace que traten a sus alumnos como objetos y con muy poco amor. ¿No os parece esto una locura? ¡Como docentes tenemos la responsabilidad de cuidar a las personas que están bajo nuestro cuidado! A mi parecer, esto es mucho más importante que asegurarse de que memorizan (ni siquiera aprenden) todos los contenidos. Con esto no estoy diciendo que tengamos que vivir en un mundo flower power y que la alegría brote por los poros de la piel, ni mucho menos. Se trata de entender nuestras emociones, saber gestionarlas y no permitir que estas recaigan sobre nuestros niños. Es muy injusto hacerles responsables de algo que no es suyo, sino nuestro.

También quiero resaltar de este documental la forma en la que el maestro enseña el valor de la solidaridad y la empatía a sus niños y niñas. Tras realizar un proyecto con toda la clase en el que los alumnos construyen una balsa, el profesor decide imponer un castigo injusto a uno de sus alumnos para que el resto salga en su defensa y todos juntos puedan disfrutar de la recompensa final. Realmente me puso los pelos de punta ver cómo todos se preocupaban por su compañero. Una vez más, esto dista mucho de la realidad, en la que estamos fomentando la competitividad en lugar de la unión y la solidaridad. ¿Cuál es el motivo? No lo sé, pero no estoy para nada de acuerdo con ello.

En fin, os recomiendo encarecidamente a todos que le echéis un vistazo a este documental. Os hará reflexionar y daros cuenta de que estamos siendo educados en un sistema educativo que no recibe el crédito que se merece y que lo que está creando son máquinas de repetición en lugar de personas. Aunque poco a poco se empiezan a ver cambios, aún queda mucho camino por recorrer.

Yo creo que otro tipo de educación sí es posible: una educación libre y democrática en la que los niños y niñas aprendan a su ritmo, pongan sobre la mesa sus sentimientos y emociones abiertos al debate, en la que exista el respeto y la empatía, y en la que los profesores acompañan y guían, en lugar de dirigir y mandar. Creo que esta es la verdadera fórmula para la felicidad, para lograr esa alegría de vivir. Sigamos el ejemplo del profesor Toshiro Kanamori.


«En Japón, el único profesional que no precisa reverenciar al emperador es el profesor pues, según los japoneses, en una tierra donde no hay profesores, no puede haber emperadores».

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